lunes, 27 de diciembre de 2010

El bobo

Hubo un lugar, distinto, diferente; un lugar en el que nada es lo que parece, donde los sueños son pesadillas, donde los premios son castigos… hubo un lugar en el que alguien, un insensato, se enfrentó al desorden establecido.

No era alguien especial, era simple, feo, tonto… alguien que tiempo atrás perdió la razón y sin cuerda quedó. Alguien que construyo castillos en el aire y se maravilló… alguien que creyó en esos castillos y emprendió un viaje sin retorno.
Ese lugar era gris, vacio, frío; un lugar mortecino… y donde era aceptado que eso era así, este bobo ignoró los hechos, se cubrió los ojos con una venda y fue cambiando los colores…

El cielo lo pintó de naranja, el suelo le fue dando tonos diferentes, azul, rojo, algo de marrón, un poco de amarillo… los árboles los coloreo con tonos violáceos y el agua lo pintó de verde esmeralda… las nubes eran negras y la luna, la luna la pinto de verde oscuro…
Era un mundo feo, como lo era él mismo; pero era su mundo, como él lo quería, como deseaba, como le gustaba.

Poco a poco lo fue dotando de vida, animales raros, sin mucho sentido; pero eran parte de su mundo… y eso, le hacía feliz. Sonreía con los sonidos que emitían, o porque eran suaves al tacto, o ásperos o dolía acariciarlos...

…pero era su mundo de fantasía.

Llegó un punto en el que cuando volvía a la realidad todo era ya distinto, lo que antes era normalidad se acabó por convertir en lo diferente y su propio mundo se transformó en su cotidianidad. Y el problema empezó cuando se lo creyó todo.

Creo que fue bonito – eso pensaba el bobo al intentar recordar su cielo naranja y su luna verde oscuro, eso pensaba tendido sobre el suelo gris mirando la noche gris.
Porque un día, como otro cualquiera, una desgracia ocurrió, y el bobo, atónito se quedó mirando cómo se desdibujaba todo… como quien echa aguarrás sobre un oleo y los colores pierden su tono y forma para luego dejar paso a manchas cromáticas sin fuste, cayendo sobre el lienzo como lagrimas amargas en una tempestad silenciosa.
Y el bobo solo supo quedarse parado, observando como todo se destruía sin comprender, que el mismo había sido el artífice de esa desgracia al encerrarse en un mundo de ficción…

La cólera y el dolor le dominaron, no quería ese mundo gris, quería su mundo, SU mundo… pero ya no existía ni existirá… y esa sensación de pérdida, esa soledad abrumadora lo volvió más loco aún de lo que ya estaba… se arrancó la ropa con gesto furioso… dando tirones y tirones mientras gimoteaba, bobo, como el solo… se quedó desnudo, mirándose las manos sucias… y gritó… gritó desde el interior de su alma, gritó hasta quedarse sin voz… y perdido en su demencia empezó a clavar sus uñas en su propia carne buscando ese alma… arañó, arrancó, desolló… y al final la encontró, al lado de su corazón… un hilo blanco, de luz pura… escarbó un poco más entre los coágulos de sangre y empezó a tirar del hilo, frenético, ido, perdido…
Y en el mismo instante en el que el ultimo milímetro de hilo salió de su cuerpo, el bobo, el realmente bobo, cayó de boca al suelo gris… con vida, pero con los ojos sin brillo… sin esperanzas, sin ilusiones… ya ni recordaba su propio mundo, ya no le quedaba… nada….

Creo que … fue… bonito… - balbuceo, antes de callar para siempre.

Y el libro se cerró con fuerza dejando escapar algo de polvo. El hombre que estaba sentado frente a los niños allí presentes que eran un pequeño público para ese improvisado lector.

¿Qué hemos aprendido? – Preguntó dejando pasar unos segundos – No viváis vuestra propia fantasía, por muy real que parezca, siempre se romperá; pero todos, alguna vez, somos un bobo.

Y sin más, se colocó la boina y se marcho por donde vino, sin decir adiós ni buenas noches.


Dumb show by sanalbebek

lunes, 20 de diciembre de 2010

Tiger&Dragon

Hubo una vez un pequeño tigre, con sus colores, su fortaleza, su belleza y sus rayas. Un pequeño tigre que disfrutaba de la soledad como cualquier otro animal de su especie; se maravillaba con la naturaleza que lo rodeaba… jugando con lo primero que pillara. Era un tigre feliz, disfrutaba de la vida, tanto cuando sonreía, como cuando lloraba al hacerse daño.

Los años pasaron, y el pequeño tigre ya no es tan pequeño, ahora es más fuerte, más astuto, más inteligente… y sobre todo observador; una vida en soledad le enseñó a estarse quieto, agazapado y mirar y mirar… escuchar y escuchar… interpretar e interpretar… así ha sido su vida, y no se imaginaba otra distinta.

Los años siguieron pasando, y la vida de aquel tigre no cambio en absoluto hasta que un día, un suave atardecer de primavera vio un pequeño cuerpo que se movía con gracia entre la espesura de la jungla… entrecerró los ojos y sin dar crédito a lo que veía lo fue flanqueando hasta acercarse más… acechando, como siempre ha hecho.
Al principió frunció el ceño, pero poco a poco se le fueron abriendo de par en par ¿Qué era aquello? Una piel escamosa, delicada a ojos vista, un contoneo suave y delicado, unos ojos que ardían en vida… era un dragón, un dragón pequeño en tamaño, pero grandioso en espíritu… El tigre jamás había visto algo así y cometió el error de quebrar una rama con una pata. El dragón, al oír el chasquido salió despedido volando, como si fuera un pez en el agua, moviéndose sinuosamente y perdiéndose en el horizonte…
El tigre se quedó sentado, mirando al cielo y con ojos tristes, acababa de ser testigo de la cosa más bella que jamás hubiera sido capaz de imaginar.

Los días siguieron, extraños, distintos… buscando aquella forma, tanto en la jungla como en su propia mente; recordando aquel momento, saboreando, recordando los olores, las sensaciones de aquel corto momento. Sus sueños ahora tenían otro protagonista, siempre era el mismo, en miles de batallas, enfrentándose a monstruos de leyenda y saliendo victorioso… ahora no, ahora soñaba con aquel dragón, esa belleza lo tenía tan absorto, que ni el tigre mismo salía en los sueños… o eso creía, porque realmente si estaba ahí, pero no se reconocía a sí mismo.

Semanas y meses siguieron a continuación en ese imperturbable camino del tiempo, ya nada sería igual, y el tigre empezaba a perder la razón, no podía evitar sentirse observado, no podía evitar creer que veía al dragón observándole entre las sombras; aturdido y confuso, el tigre fue perdiendo fuerza… y su primera raya desapareció.

Un año entero paso hasta que volvió a ver al dragón… estaba en un claro de la jungla, con sus escamas reluciendo ante el sol de la mañana… una visión, cuanto menos, divina… en ese instante el tigre se atrevió a blasfemar en su interior

– ni Dios es capaz de albergar tal belleza –

Pero el dragón pareció escucharle pues se le quedo mirando con ojos sorprendidos… todo se volvió silencioso, ni un ruido, ni el rubor de los arboles mecidos por el viento, ni el ulular de algún pájaro… nada… solo el claro, los rayos del Sol, y el tigre observando al dragón y viceversa… pudieron tirarse años mirándose, que ninguno de los dos pararía de mirar a los ojos del otro.
Él se enamoró del dragón, al instante, perdidamente, algo tan majestuoso solo merecía la admiración de quien pudiera observarlo… pero aquellos sentimientos, aquella semilla que fue plantada hace año, en ese mismo instante germinó a una velocidad desmesurada, no había control, no había forma de frenarlo, y por muchas patas que pusiera el tigre no era capaz de controlar aquellos sentimientos tan fuertes que lo dejaron completamente bloqueado, sin habla…

El tiempo pasó, como siempre, siempre pasaba, lentamente ya para el tigre pues se pasaba los días contando cada minuto que estaba sin ver al dragón. Había veces que aparecía, estaban juntos, mirándose durante días para luego desaparecer… y entonces, en esos momentos en los que el tigre estaba solo, era cuando desaparecían más y más rayas de su pelaje, hasta tal punto que solo parecía un gato grande y naranja…
Pero no era algo malo, era algo bello ¿Sabéis por qué? Porque cuando el dragón aparecía, el tigre recuperaba cada una de sus rayas, recuperaba su porte, su nobleza, su fuerza… era, si cabe, más grande que nunca.

Esta, es la unión más hermosa que jamás ha llegado a ver la naturaleza, pero el dragón, aun grande como un continente en su espíritu, también es un mar de dudas.
El tigre es paciente, y aguantó todo lo que su alma era capaz… ahora, aunque muera en vida, se quede sin rayas, pierda lo que le hacía un gran tigre… debe velar por el dragón, y si se queda, se quedara con el por los restos, sino, deberá desaparecer en lo más profundo de la jungla, donde nunca un tigre a atrevido a poner su pezuña… sin sus rayas, sin su corazón… únicamente con el coraje que le queda y la cabeza erguida.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

The game

Nunca en mi vida había recorrido tantas veces mi habitación, de un lado para otro, dando círculos… todo sin pensar, sencillamente sintiendo… sencillamente deambulando sin destino como un pajarillo en una jaula, un pajarillo que no puede hacer otra cosa que piar y recorrer su jaula como buenamente pueda… o como un tigre en el zoo, andando en círculos, perdido, confuso, herido en su corazón y buscando su salida; una salida que no parece estar a simple vista, pero obstinado, la busca y busca, aunque vuelva a mirar cada resquicio del lugar, siempre lo hace con ese brillo de esperanza en sus ojos… esperanza, ¿Esperanza? Hope, como diría un británico… Realmente… ¿Qué es? Siempre depositamos todas nuestras esperanzas en algo, en alguien, en lo que sea; esperanzas para ser felices, para lograr un propósito, o una fortuna… pero todos jugamos a la cartas con nuestros propios sueños, lo curioso es que es una partida que nunca acabará, es una partida que se repetirá hasta la saciedad que a veces no parecerá un jodido dejá vù cuando tengamos esa misma mano perdedora o ganadora entre nuestros dedos. Quizás cambie el lugar, o la compañía, la música de fondo, los colores, la ropa que llevemos… pequeños detalles en comparación a la sensación de repetición ante esa misma escalera de color, o a esa triste doble pareja de doses y seises…

En el juego, hay gente prudente, otra salvajemente arriesgada, y otra diametralmente opuesta; yo antes era prudente, hacia pequeñas apuestas… “veo esos cinco gramos de sueños y los subo a seis gramos de sueños y dos porciones de alma”. A veces perdía, otras recuperaba e incluso alguna vez gané; pero todo son ya vacios recuerdos, borrosos, grises, con voces quedas… no las recuerdo… ahora estoy sentado, frente a muerte y vida jugando la partida de mi vida, la partida más larga que he tenido nunca y que o gano, o salgo con los pies por delante… he pasado de ser el prudente jugador para convertirme en el temerario sin miedo…
He vislumbrado algo tan jodidamente bello y perfecto, que desde ese mismo instante me he dado cuenta de que no quería ni quiero nada mas en absoluto… tanto muerte como vida me han ofrecido sucedáneos insulsos en diferentes partes de la partida, pero aunque sorprendido por las posibilidades, las he rechazado todas y cada una de aquellas ofertas… tan seguro estoy de que eso es lo que quiero, que no me importa perderlo todo… porque para mí todo lo que tengo, todo lo que me hace ser, no es nada en comparación con aquello que vi…

Eché los hombros hacía atrás, mire las cuencas vacías de muerte, luego la sonrisa eterna de vida… respire un instante, y empuje todo lo que tenía hasta el centro de la mesa… esperanzas, sueños, metas, mi alma entera, mi vida, mi felicidad… todo, todo cuanto tengo.
Asumo el riesgo, lo comprendo y lo enfrento… pero es lo que me pide el instinto, hasta el final, hasta las últimas consecuencias… hasta la última gota de sangre.

Y ahí estoy, jugando, sufriendo los reveses, los envites, las pequeñas luces de esperanzas cuando ese crupier anónimo levanta y reparte las cartas… la tensión se respira en el ambiente, el hielo de mi whiskey hace ya que se fundió, y el puro de muerte se consumió a sí mismo sin recibir una triste calada…

…Pienso ganar.


poker by swangiirl